miércoles, 18 de diciembre de 2024

Se volvieron momias por el calor”: los desgarradores testimonios de los voluntarios que recogen los cuerpos de los migrantes muertos en el desierto de Sonora

Octavio Soria "Chaparrito"Fuente de la imagen,José María Rodero / BBC News Mundo

Pie de foto,Los voluntarios de las Águilas del Desierto ponen cruces en el desierto de Sonora cuando encuentran los restos de un migrante.

Información del artículo
Autor,Valentina Oropeza
Título del autor,BBC News Mundo. Enviada especial al desierto de Sonora, Arizona, EE.UU.
Twitter,@orovalenti
28 noviembre 2023
Raúl no podía dar un paso más. Las ampollas le quemaban los pies y las piernas no le respondían.

Sus compañeros de viaje decidieron dejarlo atrás después de esperarlo durante tres horas en un peñasco del Cerro Picudo, en el desierto de Sonora en Arizona.

El grupo de cinco migrantes y un coyote llevaba cinco días caminando por el desierto, tras cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.

Raúl Sánchez Sánchez tenía dos celulares: uno de línea mexicana y otro de línea estadounidense. El coyote le sugirió que usara el número de Estados Unidos para llamar al 911 y pedir que lo rescataran, aunque la patrulla fronteriza finalmente lo deportara a México.
Le dijo que si caminaba un poco más, captaría señal en alguna loma del Cerro Picudo, una montaña inhóspita que sobresale como una cabeza en las explanadas del desierto, en la ruta de 190 kilómetros desde Altar Sonora, en México, hasta el pueblo de Tres Puntos, en Arizona.

Vestido con una camiseta roja y unos tenis negros, el mexicano de 36 años se recostó en la roca que marcaba la intersección entre dos caminos, como una Y, en una colina del Cerro Picudo. Llevaba sus pertenencias en una mochila.

El desierto de Sonora ocupa 86.100 kilómetros cuadrados, un territorio tres veces más grande que el de Haití. Del lado mexicano se extiende por las provincias de Baja California y Sonora. Del lado estadounidense, por los estados de Arizona y California.
Raúl le dijo al coyote que respiraba con dificultad y no podía moverse. Prefería retomar el camino cuando se sintiera mejor. Aún le quedaba agua y comida. Si se topaba con otros migrantes, se uniría a ellos para salir del desierto.

El coyote y los migrantes vieron a Raúl por última vez entre las 4:00 y 4:30 de la tarde del martes 22 de agosto de 2023.

Durante una semana su hermana Inmaculada lo llamó a la línea mexicana y a la de Estados Unidos, pero nadie respondió. Agobiada por el silencio, reportó la desaparición de Raúl a las Águilas del Desierto, un grupo de voluntarios que busca migrantes en el desierto de Sonora, entre Arizona y California.

Tras evaluar el caso, los voluntarios decidieron hacer un operativo para buscarlo el sábado 7 de octubre, casi siete semanas después de su desaparición.

Una cruz para la sepultura
Octavio Soria, conocido entre los voluntarios como Chaparrito, carga en su mochila una cruz que sembrará en la tierra si encuentra los restos de Raúl en el desierto.

La cruz de madera pintada de blanco fue donada por la congregación de las hermanas felicianas de América del Norte, para honrar la memoria de los migrantes que fallecen en el intento por llegar a Estados Unidos.

La frontera entre México y Estados Unidos es el paso migratorio terrestre más peligroso del mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

En esta frontera ocurrieron casi la mitad de las 1.457 muertes y desapariciones de migrantes documentadas en el continente americano en 2022, aunque la OIM advierte que la cifra está subestimada por falta de datos oficiales de los gobiernos de México y Estados Unidos.

La noche anterior a la búsqueda, Chaparrito condujo siete horas hasta el campamento de las Águilas del Desierto en Ajo, un pueblo en el sur de Arizona ubicado a menos de 90 kilómetros de la frontera con México.

Dado que el campamento todavía no dispone de instalaciones formales, Chaparrito durmió aquella noche dentro de una carpa después de rociar repelente para ahuyentar a las serpientes, ratones, alacranes y hormigas.

A las 4:00 de la mañana, los 15 voluntarios que participan en la búsqueda se alumbran con linternas mientras cargan las camionetas con radiotransmisores, frutas, botellas de agua y suplementos de electrolitos, para reponer los minerales que perderán a través del sudor.

La deshidratación es la principal causa de muerte entre los migrantes que atraviesan el desierto de Sonora, el más cálido de América del Norte, con temperaturas que se aproximan a los 50ºC.

Aunque el calor y la falta de acceso a ríos y arroyos amenazan la vida de los migrantes, muchos escogen atravesar el desierto de Sonora porque hay menos vigilancia que en otros puntos fronterizos como California, Nuevo México o Texas, donde el paso está bloqueado por muros, boyas y alambres de púas.

Después de decenas de búsquedas, los voluntarios han comprobado que deben llevar al menos 13 botellas de agua cada uno: diez para consumo propio y otras tres para entregarlas a algún migrante vivo que encuentren en plena travesía.

La clave es beber el agua a sorbos durante la caminata, para evitar síntomas como fatiga, dolores de cabeza o mareos.
Octavio Soria, conocido como Chaparrito, lleva una cruz en la mochila en caso de que encuentren un cuerpo.
Al igual que otros voluntarios, Chaparrito viste una camiseta amarilla fosforescente para distinguirse del marrón y verde que dominan el paisaje, botas para pisar las vigorosas espinas de los arbustos y coberturas hasta las rodillas para evitar las mordeduras de serpientes.

También lleva lentes y sombrero para protegerse del sol que aún no despunta.

Un amuleto cuelga de su mochila: el zapato de un niño que recogió en un operativo por el desierto de California, entre San Diego y Tijuana. Le gusta pensar que aquel “zapatito” quedó atrás cuando los padres del niño partieron de madrugada, después de haber descansado bajo el árbol donde lo encontró.

“Este zapatito me ha acompañado durante los tres años que he sido voluntario con las Águilas del Desierto”, cuenta mientras verifica que lleva agua suficiente para la jornada.

Hace 34 años, cuando Chaparrito tenía 14, su madre lo envió a Estados Unidos con un tío desde Querétaro a través del desierto de California. Cada vez que participa en una búsqueda, piensa en el sacrificio que significó para ella separarse de él.

el desierto de Sonora.
Junto a su esposa Marisela, Ely comenzó a organizar búsquedas los fines de semana, mientras su hija mayor de 12 años se quedaba en casa a cargo de sus hermanas menores.

“Fue una decisión familiar muy importante. Mi hija tuvo resentimiento contra nosotros porque sentía que la habíamos abandonado”, explica Marisela. “Y yo tenía culpa por delegarle la responsabilidad de cuidar a sus hermanas”.

Durante los primeros operativos, Ely salía del desierto con ampollas sangrantes. En una ocasión sintió que iba a desmayarse por un golpe de calor y pidió a otros voluntarios que llamaran al 911 para que lo evacuaran de emergencia.

“En ese momento entendí por qué muchos mueren de sed y calor”, afirma. “Los migrantes se meten debajo de un arbusto para dormir y no vuelven a despertar”.

Cuando conoce la última ubicación de un migrante desaparecido, Ely reporta el caso a la patrulla fronteriza y al consulado competente. Gracias a esas gestiones se han encontrado al menos 500 migrantes con vida durante los 14 años que ha funcionado la organización.

La desaparición de Raúl también fue notificada a la patrulla fronteriza de Arizona.

Cuando los voluntarios encuentran el cuerpo del migrante que buscan, Ely llama a los parientes para darles la noticia. “Los familiares suelen pedir fotos de los restos. Siempre les pregunto si están preparados para ver eso”.

Después de tantos años, los operativos todavía le afectan. “Cada vez que encontramos un cuerpo, vuelvo a recordar a mi hermano”.

Al menos 3.600 migrantes indocumentados han fallecido en el desierto de Sonora desde 1990, según las autoridades estadounidenses.

Este sábado, Ely y Marisela se quedan en las camionetas para coordinar a los voluntarios por radio y socorrerlos en los vehículos de ser necesario. Reparten naranjas y agua de coco antes de que los rescatistas se internen en el desierto para buscar a Raúl.

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