viernes, 4 de julio de 2025

Soy optimista

Hay días que uno se levanta con el corazón a medias. Ni alegre ni triste… simplemente apagado. El cuerpo camina, pero el alma va quedándose atrás. 

A veces es por cansancio, por las enfermedades crónicas, por las preocupaciones que se cuelan sin avisar o por esas cosas que me duelen por dentro y que no sé cómo nombrar. 

Pero con el tiempo he ido aprendiendo que el optimismo no es una emoción pasajera, no se trata de fingir que todo va bien. Es una manera de mirar la vida con otros ojos. 

Es saber que, aunque no todo esté bien, hay razones para confiar, para agradecer, para volver a empezar.

El verdadero optimismo nace de la fe. De saber que Dios camina conmigo, de creer que, aunque hoy no lo vea claro, algo bueno puede surgir. 

Porque Dios no deja de obrar, incluso cuando todo parece quieto. Y eso me anima, porque no se trata de sentirme bien, sino de confiar, aunque no sienta nada.

Jesús nunca me prometió que la vida sería fácil. Él mismo pasó por la tristeza, la soledad, el cansancio. Pero nunca dejó de confiar en su Padre. Y ahí está la clave. Cuando me agarró de la mano de Dios, aunque la tormenta siga, encuentro paz en el corazón.

Ser optimista es vivir con el alma despierta, con los ojos abiertos a lo bueno, con el corazón en actitud de gratitud. Y eso transforma el día.

El optimismo no es negar la realidad, sino mirar más allá de ella. Es confiar en que algo está germinando, aunque todavía no vea el fruto. Es mirar el presente con esperanza y el futuro con fe. Es saber que cada día trae una posibilidad de crecer, de amar, de comenzar otra vez.

Y también es humano tener días grises. No me siento culpable por eso. Lo importante es no quedarme estancado ahí. Tal vez no pueda cambiar todo lo que me rodea, pero sí puedo cambiar la manera en que lo vivo. A veces basta una palabra amable, una oración sencilla, una sonrisa sincera, para empezar a encender la luz por dentro.

Hoy quiero mirar este día con ojos más suaves. Tal vez haya cosas que no salgan como quiero, pero también hay cosas que pueden salir mejor de lo que espero. 

Tal vez haya heridas, pero también hay personas que me curan el alma. Tal vez haya peso, pero también hay fuerza que Dios me regala sin que me dé cuenta.

Este día es una nueva oportunidad. Agradezco lo que sí está, lo que funciona, lo que me sostiene. Abro el corazón a la esperanza, porque con Dios, cada día hasta el más difícil tiene algo bueno escondido.

Una vida optimista me lleva a vivir: “Alégrense en la esperanza, sean pacientes en el sufrimiento, perseveren en la oración.” (Rom 12,12). 

Señor bueno, hoy me levanto con cansancio en el cuerpo y con muchas cosas en el corazón. No sé cómo irá este día, pero quiero vivirlo contigo.

Regálame un poco de tu paz, de esa que no depende de cómo esté el mundo, sino de saber que estás a mi lado.

Quiero mirar con esperanza, aunque haya cosas que duelan. Quiero sonreír con el alma, aunque el camino sea cuesta arriba.

Ayúdame a no quedarme en la queja, a no dejar que el pesimismo me gane. Muéstrame los pequeños regalos del día: una mirada, una palabra, un momento de calma.

Que no me olvide de agradecer, porque aunque no tenga todo lo que quiero, tengo mucho más de lo que merezco.

Señor dame un corazón alegre, sencillo, confiado, que pueda transmitir esperanza con lo que soy. Y si me siento débil, recuérdame que en tu amor está mi fuerza.

Gracias por este nuevo día, porque contigo, todo puede transformarse en algo bueno.

Lee, medita, ora y comparte 

P. Óscar

No hay comentarios:

Publicar un comentario