martes, 1 de octubre de 2024

Dar afecto

El afecto es la necesidad del ser humano de percibir demostraciones de aprecio, de valoración, de aceptación, de que cuenta plenamente, como persona ante su entorno de relaciones. 

Es sentir que se me reconoce más por lo que soy, que por lo que sé, porque la afectividad es más importante que el intelecto en el campo las necesidades interpersonales. 

El afecto es indispensable para lograr la cohesión de una familia, de una relación, de un grupo de amigos. 

En las relaciones interpersonales me encuentro con actitu­des infantiles, esperando sólo recibir, esperando atenciones exclusivas sin aportar nada; otras con actitudes reactivas comportándose en forma fría, displicente e indiferente. Personas que se pasan defendiendo y comparando. 

Encontraré personas que no acercan sino que alejan, no inte­gran sino que aíslan, no permiten la calidez, sino la frialdad.

Cuando doy y recibo afecto verbal, emocional, corporal, por escrito las relaciones cambian. 

Si experimento afecto, se aprende más fácil, pongo más atención, se mantiene el interés, se pasa el tiempo volando. 

Si cultivo el afecto, mis relaciones humanas se robustecen, crecen, perduran en el tiempo, surge la creatividad, se respeta la diversidad, se estimula la creatividad, la iniciativa, la espontaneidad.

No con todas las personas con las que me encuentro puedo tener cercanía o afecto. 

Pero hay relaciones más cercanas con pequeños grupos, la familia, los amigos, compañeros de trabajo, vecinos, hermanos de comunidad con quienes comparto mi propia experiencia y comparto con alegría y afecto. 

Cuando comparto con un grupo reducido de personas, se me facilita el fortalecimiento de las relaciones, me proporciona la aceptación, el diálogo, y el respeto mutuo. 

Hay más afecto si se tengo un objetivo común, un mismo interés, en este caso siento un mismo corazón y una misma alma, cada uno da de sí lo que sabe, lo que tiene, lo que puede. 

Y si ese afecto me une en el Señor con la fe y en la misericordia con otros la alegría, la paz, la fraternidad surgen. 

Cuando hay verdadero afecto, me pongo de acuerdo para las decisiones, hay apoyo, y aprendo a aceptar y expresar afecto. 

Esta unión de afecto hace que mis grupos sean células vivas y dinámicas que se nutren de la energía de cada uno de los integrantes; las decisiones en consenso son las más convenientes aunque no sean las mas geniales. 

El afecto es es la razón por la cual una familia, unos amigos, una comunidad, un vecindario progresa, un pueblo crece, una comunidad avanza; sus miembros se sienten importantes, aumenta su autoestima, el entusiasmo por los otros y las ganas de vivir.

Cuando expreso un afecto amoroso, sincero y cordial me unen en el respeto, la cooperación, la solidaridad, hay una motivación colectiva y un sentido de pertenencia muy fuerte.

Genero un ambiente acogedor en el que las personas se sienten satisfechas conmigo y yo con ellas.

Lee, medita y comparte 

P. Óscar

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