viernes, 12 de mayo de 2023

Tabúes alimenticios: porqué los musulmanes no comen cerdo ni nosotros perro

Los norteamericanos no comen carne de caballo, los nórdicos no soportan los calamares en su tinta, nosotros no comemos perro y los judíos no prueban el cerdo. ¿De dónde vienen todos esos tabúes alimenticios?

Se cuenta que durante una recepción en la residencia del embajador británico en Pekín el ministro de Asuntos Exteriores chino expresó una gran admiración por la hembra de spaniel del embajador. Estaba embarazada y el embajador inglés le dice al ministro chino que se sentiría muy honrado si aceptara uno o dos cachorros como regalo. Cuatro meses más tarde dos juguetones cachorrillos llegan a la residencia del ministro. Semanas más tarde ambos hombre vuelven a coincidir en un acto oficial.

Tabúes alimenticios: porqué los musulmanes no comen cerdo ni nosotros perro

Los norteamericanos no comen carne de caballo, los nórdicos no soportan los calamares en su tinta, nosotros no comemos perro y los judíos no prueban el cerdo. ¿De dónde vienen todos 

Se cuenta que durante una recepción en la residencia del embajador británico en Pekín el ministro de Asuntos Exteriores chino expresó una gran admiración por la hembra de spaniel del embajador. Estaba embarazada y el embajador inglés le dice al ministro chino que se sentiría muy honrado si aceptara uno o dos cachorros como regalo. Cuatro meses más tarde dos juguetones cachorrillos llegan a la residencia del ministro. Semanas más tarde ambos hombre vuelven a coincidir en un acto oficial.

- Estaban deliciosos, contestó el ministro.

A muchos de nosotros, y sobre todo a los amantes de los perros, les puede parecer repugnante comerse un perro. La razón, apunta el antropólogo Marvin Harris, no se encuentra en que sea nuestra mascota favorita, sino porque al ser carnívoros constituyen una fuente de carne ineficaz; los occidentales disponemos de toda una variedad de fuentes alternativas de alimentos de origen animal y los perros presta, numerosos servicios que tienen muchísimo más valor que su carne. Sin embargo, en culturas como la china, donde las fuentes de alimento animal no son muy variadas, el servicio de los perros no compensa el que hacen cuando se sirven cocinados junto a un tazón de arroz. Y según un restaurante pekinés, debe ser un plato exquisito: empleaba en la elaboración de sus platos del orden de 30 perros diarios

En la Polinesia, y antes de la llegada de los europeos, los tahitianos, los hawaianos y los maoríes de Nueva Zelanda poseían perros que prácticamente acababan formando parte de la gastronomía típica de las islas. Los polinesios alojaban a algunos de sus perros en cabañas rodeadas de una cerca o bajo un árbol. A la mayor parte de ellos se les dejaba buscar su sustento entre los desperdicios mientras que unos pocos afortunados eran cebados con verduras y sobras de pescado. Incluso se les alimentaba a la fuerza sujetándolos boca arriba.

Delicatessen perruna

Estos perros alimentados con verduras eran para los polinesios una delicatessen, como para nosotros puede ser el cerdo alimentado sólo con bellota. La matanza del perro era muy parecida a la del cerdo en nuestros pueblos. Lo ataban por el hocico y lo estrangulaban con las manos o con un palo. Después lo destripaban, lo socarraban para quitarle el pelo, lo untaban con su sangre y lo metían en el horno. Eran tan buenos que las gentes de las islas debían compartirlo con sus dioses y los hawaianos pagaban sueldos, rentas e impuestos con canes. Y para los jefes maoríes, los mantos de piel canina eran los bienes hereditarios más preciados.

En circunstancias normales sólo los sacerdotes y nobles hawaianos y haitianos podían comer perro. Ni las mujeres ni los niños podían hacerlo, aunque los plebeyos tahitianos, tras un sacrificio, llevaban las sobras a su familia en secreto. Ahora bien, si una mujer maorí estaba embarazada y su antojo era carne de perro, el marido estaba en la obligación de proporcionársela.

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