Fue la potencia de fuego rusa la que ayudó a mantener a Bashar al Assad en el poder durante los últimos nueve años.
Pero, en cuestión de días, el proyecto del Kremlin en Siria se desmoronó, y Moscú, aparentemente, no pudo hacer nada al respecto.
En un comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso anunció que Assad había dejado el puesto de presidente y el país.
Añadió que Moscú estaba "siguiendo con extrema preocupación los dramáticos acontecimientos en Siria".
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La seguridad de las bases y ciudadanos
En su comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso anunció que sus bases en Siria estaban "en estado de máxima alerta", pero afirmó que "no había ninguna amenaza seria para ellas en este momento".
Moscú ha iniciado contactos con los rebeldes con el propósito de garantizar la seguridad de las dos bases militares que tiene en el país.
La agencia estatal RIA Novosti aseguró que los insurgentes les han garantizado a las autoridades rusas que las instalaciones militares y sus sedes diplomáticas en el país no corren peligro.
Assad era el aliado más firme de Rusia en Oriente Medio. El Kremlin había invertido mucho en él. Había invertido recursos -financieros, militares y políticos- para mantenerlo en el poder.
Ahora las autoridades rusas tendrán dificultades para presentar su caída como algo más que un revés para Moscú.
En una publicación en las redes sociales, Konstantin Kosachev, vicepresidente de la cámara alta del Parlamento ruso, escribió: "Lo que está sucediendo en Siria es muy difícil para todos, sin excepción... una tragedia para todos.
"Para los rusos, nuestra prioridad es garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos, tanto civiles, incluidos los diplomáticos y sus familias, como por supuesto los militares".
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